Eran las 6 am y no podía seguir dormido, al parecer mi cuerpo todavía no se acostumbraba al cambio de horario así que no se me ocurrió mejor idea que salir a correr. Total, teníamos al mar mediterráneo a dos cuadras del hotel y había leído por ahí que el ejercicio físico es el mejor remedio contra el jet-lag, cogí mis zapatillas, el short pichangero (con el que juego fútbol), un polo y ya estaba listo para la maratón.
La vista del malecón era, sin lugar a dudas, preciosa por donde se le mire, el sol estaba comenzando a asomarse y los lugareños y turistas ya estaban corriendo y trotando (muchos de ellos con sus mascotas). Todo estaba a pedir de boca, comencé trotando y fui aumentando poco a poco la velocidad hasta que mi cuerpo me pedía descanso (no pasó mucho tiempo tampoco) y caminé, anonadado por la belleza del paisaje. Para los que viven en Lima, el ambiente era como una mañana de domingo en el Pentagonito (San Borja) donde mucha vez mucha gente corriendo y en bicicleta; la diferencia es que era Lunes en Israel y aun así podías observar buena cantidad de gente. Tal vez, creo que yo, se debía a que en Israel todo esta semana es festiva, así es, se pueden tomar toda una semana de feriado ¿no les parece increíble? Todo ello por la fiesta del tabernáculo, la cual se remonta a épocas de la Biblia cuando Dios envía la última plaga sobre Egipto: la muerte de todos los primogénitos; ellos conmemoran esta fecha (no es una fecha específica sino de acuerdo con el calendario lunar) utilizando toda la semana para reflexionar y recordar que la mano dura de Dios puede caer en cualquier momento. Hay un día en la semana que arman una especie de toldo afuera de sus casas y comen ahí a la luz de las velas; los judíos se toman muy en serio sus fiestas así que tenemos que respetarlos. Aun cuando eso signifique que varias tiendas por departamento de los centros comerciales estén cerradas por las fiestas L.
Luego del ejercicio físico no podíamos irnos sin chapotear un rato en las aguas del mediterráneo, así que aprovechando que teníamos casi toda la playa para nosotros nos introducimos en estas mansas aguas. La temperatura del agua no estaba muy fría (como esperábamos), era más bien tibia y celestial. Transparente como el mar del Caribe (algún día podremos escribir sobre ello) y la arena era fina; no habían rocas ni nada molesto dentro del mar y parecía que estuviésemos en una alfombra con agua. Las olas eran bien tranquilas, casi ni reventaban así que después de un rato el sol empezaba a quemar, salimos del agua y ¡sorpresa! la arena afuera no quemaba (ya era casi el mediodía) así que tranquilos y frescos regresamos al hotel. Teníamos que alistarnos para visitar el lugar donde se edificó la primera piedra para la construcción de la maravillosa Tel Aviv.
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